viernes, 20 de enero de 2012

Capítulo XXVII. Como para creértelo. En el que se nos muestra la verdad de las mentiras que nos cuentan, ilustradas con un ejemplo simple, pero irrefutable.


Da gusto saber que el optimismo se adueña de los corazones de quienes mandan.
Ya no dudo del origen de esa alegría, y es que han descubierto que aún hay gente que se cree su explicaciones, gentes que, como si de oráculos se tratara, no discuten nada y, con fe manifiesta, defienden cuanto ellos defienden y afirman cuanto ellos afirman.
Y las botellas vacías nos dirán que están, no medio llenas, sino colmadas hasta el cuello.
Y querrán que las carpas pasen por casi tiburones que rondan el medio metro.
Nos dirán: "si no queréis verlo, no lo veréis jamás". Y la culpa será nuestra porque la ceguera nos invado la glándula de secreción de la alegría.

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